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Dos informaciones, de un mismo tenor aunque en diferentes regiones, nos ponen al tanto de la tendencia de las corrientes de inversión que hoy recorren el mundo. La primera, que los uruguayos llevan compradas hasta el momento 1 millón de hectáreas en el Chaco paraguayo.

La segunda, que los chinos, a través de intermediarios argentinos, han invertido en un año más de US$ mil millones en la compra de tierras en el Brasil. En realidad, inversionistas norteamericanos, japoneses, chinos y argentinos han volcado en la economía brasileña, en la última década, más de US$ 60.000 millones en inversiones agropecuarias. Si bien en Brasil –dado el enorme tamaño de su economía– las actividades primarias significan apenas el 3,2% de su PIB, en términos absolutos no son nada despreciables: US$ 80.000 millones generados en 2011. En el Brasil no han optado por modelo alguno en detrimento de otros. Los agronegocios siguen su curso ascendente, junto con la industria (21%), el comercio, los restaurantes y la hotelería (11%), el transporte (6%) y otros.

En el Paraguay, el sector primario sigue gravitando, y mayoritariamente, en el PIB. Por muchos años, todavía, el país va a seguir dependiendo de lo que produzca el campo para generar riqueza en forma de empleo, alimentación y saldos exportables. Y no sólo eso. Las perspectivas de negocios en el Paraguay van a seguir teniendo a la producción primaria como uno de los sectores más eficientes y competitivos para cualquier inversión que escape a lo meramente especulativo y se interne en lo productivo. El año pasado el sector ganadero informó que hasta 2011 el acumulativo de inversiones en el sector (tierras, infraestructura, hato ganadero, tecnología de producción, etc.) era de unos US$ 62.000 millones, en su mayor parte, capitales nacionales.

Aunque no se dispone de datos consolidados al respecto, es de estimar que el sector agrícola también ha “plantado” enormes capitales en la producción granelera. Algunos hablan de hasta US$ 35.000 millones en tierras, maquinaria, infraestructura e inversiones en biotecnología.

De manera que el sector primario exhibe un mínimo de US$ 100.000 millones de dólares invertidos en establecimientos de producción. En una economía sana y competitiva, eso significa una solidez patrimonial considerable y oportunidades para la toma de créditos de expansión. O mejor todavía: captación de inversiones asociadas para generar consorcios capaces de dar saltos cuali y cuantitativos en un área que, como la producción de alimentos, no tiene techo de crecimiento.

Este salto debe ser protagonizado por los propios productores, quienes tienen en sus manos la herramienta perfecta para hacerlo: la asociación para la búsqueda de objetivos más ambiciosos, en el sano sentido de la palabra. Están demostrando que son capaces y competitivos. Ahora hay que dar el salto hacia los grandes escenarios de los agronegocios.

 

 

Fuente: 5días.